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El pan, las calaveras y las urnas: bajo las fiestas, Morelia enfrenta inseguridad y desorden urbano

  • Foto del escritor: Altorre
    Altorre
  • 9 oct
  • 2 Min. de lectura
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Así se ve lo que se dice...

Morelia, Mich., y 9 de octubre de 2025.- El calendario festivo de octubre en Morelia llega con aroma a tradición y estrategia política. Las ferias del pan, las calaveras y las catrinas no solo celebran la temporada del Día de Muertos: también funcionan como escaparate del gobierno municipal que encabeza Alfonso Martínez Alcázar, decidido a sostener una narrativa de dinamismo económico y ciudad viva en vísperas de un nuevo ciclo electoral.

Sin embargo, detrás de la agenda cultural y los anuncios coloridos, la realidad cotidiana del municipio cuenta otra historia: una capital con problemas de seguridad, baches que multiplican el deterioro vial y un Centro Histórico invadido por el comercio informal y el desorden vial, a pesar de ser reconocido por la UNESCO como Patrimonio Cultural de la Humanidad.

El primer cuadro de la ciudad —donde se concentra la mayoría de las actividades turísticas y culturales— padece una permisividad creciente: vehículos estacionados en zonas restringidas, banquetas ocupadas por vendedores y un tránsito cada vez más caótico, que contradice la imagen de “orden y desarrollo” que se proyecta en los eventos oficiales.

Mientras las autoridades promueven festivales y ferias como símbolo de prosperidad y cohesión social, la inseguridad mantiene en alerta a comerciantes y visitantes. Los robos en el centro y colonias aledañas, los asaltos a transeúntes y la falta de vigilancia efectiva opacan los esfuerzos de promoción turística y amenazan la convivencia en los espacios públicos.

En este contexto, las celebraciones de octubre parecen cumplir una doble función: activar la economía local y distraer de los pendientes estructurales. La cultura se convierte así en un instrumento de legitimación política, mientras la ciudad lidia con problemas básicos de movilidad, seguridad y mantenimiento urbano que el discurso oficial prefiere maquillar con luces, música y pan de muerto.

Morelia, joya colonial y patrimonio del mundo, continúa siendo escenario de contrastes: entre el esplendor de sus ofrendas y la sombra de su abandono, entre la tradición que resiste y la política que aprovecha.

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