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Michoacán: La paz de los explosivos y el blindaje de utilería. "Un estado donde jugar fútbol puede convertirse en una sentencia de muerte"

Foto del escritor: AltorreAltorre



Morelia, Mich., 17 de febrero 2025.- Los habitantes de Michoacán pueden dormir tranquilos. No porque la seguridad esté garantizada, sino porque la resignación ya es parte del insomnio colectivo. Mientras las autoridades organizan conciertos y se pavonean en eventos públicos con sonrisas de fotoperiodista, los grupos paramilitares continúan escribiendo su propia versión de la "paz" con explosivos y ataques armados.

El hallazgo de artefactos explosivos y el reciente ataque a jugadores de fútbol frente a las oficinas centrales de la Fiscalía General de Justicia y la Guardia Civil estatal son apenas dos escenas de la interminable serie de terror que se proyecta día tras día en Michoacán. Es un drama con actores que ya conocemos: los criminales con sus arsenales cada vez más sofisticados, y las autoridades, que a pesar de los decomisos esporádicos, siguen sin entregar resultados tangibles.

Es curioso cómo la delincuencia logra operar con absoluta confianza a escasos metros de las instituciones encargadas de impartir justicia. Quizás sea que los criminales están demasiado informados sobre la ineficacia del sistema. O quizás sea que simplemente saben que nada cambiará. Al fin y al cabo, la impunidad es la moneda de cambio de este gobierno, y parece que la cotización está en alza.

Pero no nos equivoquemos: esto no es una guerra, según las autoridades. No importan los ataques, ni las balaceras, ni los explosivos. La versión oficial dice que la situación está bajo control. Claro, "bajo control" para quienes viajan en camionetas blindadas y escoltados por ejércitos de guardaespaldas. Para el ciudadano común, la realidad es otra: un estado donde jugar fútbol puede convertirse en una sentencia de muerte.

Lo irónico de todo esto es que, al final, el pueblo mismo eligió a sus verdugos el pasado 2 de junio de 2024. Se les otorgó el poder con el voto, y así es como les pagan: con inseguridad, con miedo y con un gobierno que gasta más en espectáculos públicos que en estrategias reales de seguridad. Pero bueno, siempre queda la esperanza de que en la próxima contienda electoral, las mayorías decidan mejorar a sus administradores de paz y justicia. Si es que para entonces aún queda algo que administrar.



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